Cara y cruz de las políticas públicas de conciliación

La masiva incorporación de la mujer al mercado laboral en los países occidentales ha ido acompañada de una disminución drástica de las tasas de natalidad. Para revertir esa situación, los gobiernos desarrollan políticas públicas de conciliación que engloban medidas de tres tipos: tiempo (permisos de maternidad/paternidad), seguridad en el empleo (periodo de protección especial por crianza ante un eventual despido) y  ayudas económicas (directas en forma de baby-cheques o indirectas como la subvención de guarderías). Estas políticas implican cuantiosas inversiones como demuestra el hecho de que el gasto asociado en los países de la OCDE se disparó de una media del  1,6% del PIB en 1980 a un 2,4% en 2003.

Para evaluar el efecto de estas medidas se desarrolla cada vez más investigación social. No me refiero a los estudios habituales de las consultoras, basados mayoritariamente en encuestas, sino investigación rigurosa, realizada en Universidades, principalmente desde las Facultades de Sociología y Económicas, y que sirve para orientar, en gran medida,  la dirección de las políticas públicas.

Muchos de estos investigadores se reunieron recientemente en la International Community, Work and Family Conference en Utrecht (Holanda). Coincidiendo con ese congreso la Sloan Work and Family Research Network que depende del Boston College, organizó un panel para comparar internacionalmente los efectos de estas políticas, ya que su diseño afecta profundamente a cómo el cuidado de los hijos se reparte entre hombres y mujeres y por lo tanto afecta también a la igualdad de género en las empresas y la sociedad.

La situación en los distintos países es muy dispar: desde Estados Unidos o Australia, dónde directamente no existen bajas incentivadas de maternidad/paternidad (es tu decisión y punto), a la variedad de modelos europeos.  Para una buena comparación de sistemas se puede consultar el informe «Parental Leave policies in 21 countries: assessing generosity and gender equality«.  Yo citaré tan sólo dos ejemplos, que se suelen poner como modelos. El primero, Holanda, supuesto paraiso de la reducción de jornada ya que esa es la estrategia fundamental para la conciliación allí: tú eliges trabajar menos horas y por tanto tú «eliges» tener menos posibilidades de carrera. Y las que eligen suelen ser mujeres en un 75%, así que el modelo prima la conciliación y sacrifica la igualdad. La gran mayoría de las mujeres (más de un 60%) trabaja menos pero ve su carrera recortada. El segundo ejemplo, Suecia, supuesto paraiso de la igualdad, con permisos de maternidad/paternidad de hasta 10 meses de duración y un modelo cultural de masculinidad que prima el rol paterno en el cuidado de los niños. Algunas empresas incluso han establecido que disfrutar del permiso de paternidad es un requisito para alcanzar posiciones de responsabilidad, ya que asumen que los hombres aprenden y desarrollan muchas habilidades con el cuidado de los hijos. El efecto negativo del modelo sueco es doble: reforzamiento de las diferencias de clase porque  las familias con menos ingresos tienden a segregar los roles de forma tradicional (mujer como cuidadora) y mayor conflicto trabajo-familia (tensión entre demandas incompatibles del rol profesional y familiar) que se manifiesta en mayores niveles de estrés y más discusiones en las parejas en relación al reparto de tareas.

En cualquier caso, una de las conclusiones claras que arrojan las comparaciones internacionales, y bastante intuitiva, es que parece haber una correlación clara entre esquemas generosos e intransferibles de permisos de paternidad y la igualdad de género.  En España existe una Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles que impulsa la Red de Hombres por la Igualdad Heterodoxia y a la que se han adherido numerosas asociaciones.

¿Pero cual es la relevancia de todo esto para el mundo empresarial? Por un lado, la existencia de este tipo de políticas públicas afecta al número y variedad de iniciativas que las empresas toman en el área de conciliación. Me explico: en la medida en que la legislación prevé una serie de supuestos y otorga unos derechos, las direcciones de las empresas tienden a pensar que el tema está resuelto y no necesitan hacer más (sin que eso signifique que vean con buenos ojos ni que faciliten el ejercicio de esos derechos).   Sin embargo,  parece claro por las evidencias disponibles que,  más allá de las políticas públicas de apoyo a la conciliación, el mejor predictor de cuanto conflicto perciben los empleados entre trabajo y familia son sus percepciones sobre el entorno de trabajo. En concreto como perciben el apoyo de su supervisor, la cultura de la compañía, la carga de trabajo y su propio control sobre el tiempo (flexibilidad en el cómo, cuánto y dónde se trabaja). Así que es principalmente la empresa, y lo que en ella ocurre, el campo de juego del equilibrio entre vida profesional y la familiar, y no cuela excudarse en la legislación para no hacer nada al respecto, sobre todo porque también hay evidencias claras de cómo eso afecta a variables de negocio. Específicamente hay una relación clara entre el conflicto trabajo-familia y variables como la satisfacción, compromiso, intenciones de cambiar de trabajo, absentismo  y productividad de los empleados.

Para una buena revisión de toda la investigación disponible se puede consultar el capítulo «Getting There from Here: Research on the Effects of Work-Family Initiatives on Work-Family Conflict and Business Outcomes » publicado en el Academy of Management Annals Volume 2 de agosto del año pasado.

El tema es complejo por la multitud de variables implicadas pero se acumulan pruebas de la necesidad de desarrollar, más allá de las políticas públicas, prácticas organizativas que faciliten la conciliación de los empleados. Esas medidas, en el seno de la empresa, tienen un impacto directo en la cuenta de resultados, ya sea por pérdida de ingresos (debido a mayor absentismo o menor productividad) o por el incremento de los costes (debido, por ejemplo, a rotación no deseada). Claro que creo que vamos a necesitar algo más que investigación para convencer a las direcciones de las empresas…

Acerca de Uxío Malvido

Spanish; based in Paris; HR Director.
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6 respuestas a Cara y cruz de las políticas públicas de conciliación

  1. Pingback: Daily News About Australia : A few links about Australia - Saturday, 25 April 2009 16:03

  2. Uxio, como siempre, has dado en el clavo. El tema es complejísimo pero una de las cosas que atenta contra su resolución es la mirada superficial sobre el mismo. Y está claro que las empresas deben medir estos ratios para poner manos a la obra, de manera estructural y seria, para que las cosas cambien. Si lo hacen como maquillaje para posicionarse, mientras el temporal arrecie, un poco mejor que las demás, estaremos mareando la perdiz y será «gatopardismo»: que «algo cambie», para que «nada cambie». Una vez más, estás en portada de http://www.mujeresycia.com. Un fuerte abrazo!

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  3. Pienso que en este tema seguimos casi en la Edad de Piedra. Lo que veo son tímidos balbuceos, parches, cosmética barata… Veo un error de fondo: abordar el tema como un problema que hay que paliar. En mi opinión la solución pasa por entender que la maternidad es algo grandioso e inherente al ser humano y que cualquier mujer debería poder ejercerla libre de presiones profesionales de cualquier índole. Hasta que la mujer no pueda ejercer su maternidad sin renunciar o afectar negativamente a su carrera profesional, sin ser estigmatizada por inclinar la balanza hacia lo personal y familiar, nos seguirá quedando la mayor parte del camino por recorrer.
    No espero que la empresa lidere el cambio necesario. Es algo que debe surgir de la propia sociedad y contar con el apoyo que sea preciso por parte de los organismos públicos.
    JM

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  4. Uxío Malvido dijo:

    Mercedes, es verdad que no vale sólo la «cosmética» en este tema y lo mejor para ello es convencer de los beneficios para la empresa de ir hacia otro modelo de funcionamiento, más equilibrado, más sostenible. Como en todo, el liderazgo de las empresas necesita convencerse de cómo su empresa puede funcionar y rendir mejor haciendo las cosas de otra manera.

    Jose Miguel, yo creo que la óptica empresarial simplemente asume que la maternidad/paternidad es un asunto personal que lo único que hace es obstaculizar el rendimiento profesional. Por eso se ve como algo a paliar. Sin embargo, deberíamos ser capaces de vincular cómo un buen funcionamiento «familiar» de los empleados influye en un mejor funcionamiento «profesional». Me resulta muy atractiva esa idea sueca de valorar el disfrute del permiso de paternidad como una estupenda oportunidad de aprendizaje y desarrollo de habilidades. En cualquier caso, yo sí creo que las empresas son también parte de este debate, y no sólo la sociedad o los organismos públicos. Tengo más dudas de a quién le corresponde liderar… supongo que a tod@s.

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