Las Habilidades Humanas en el Futuro del Trabajo

Cada dos años, el Foro Económico Mundial publica el informe «The Future Of Jobs Report«. A través de encuestas a empresas, el estudio consolida las tendencias de transformación del mundo laboral para los próximos años, identificando que trabajos estarán en auge o declive, y cuales serán las habilidades profesionales más relevantes.

La edición de 2025 anticipa que, de aquí a 2030, la tecnología en general, y la inteligencia artificial en particular, serán los factores más disruptivos en la organización del trabajo, determinando, en gran medida, que profesiones estarán más o menos demandadas.

En este contexto, es tentador para los profesionales de Recursos Humanos sucumbir a las prisas por formar a la plantilla en herramientas de inteligencia artificial. Es seguro que será bien recibido tanto por empleados como directivos, ya que no se habla de otra cosa en los medios especializados y el temor a ser desplazados por la tecnología se está convirtiendo en un factor de ansiedad generalizado.

Sin embargo, es fácil olvidar que las habilidades humanas siguen siendo las más relevantes e igual de críticas para el presente y para el futuro. El pensamiento analítico, la resiliencia y flexibilidad, la capacidad de liderazgo e influencia siguen a la cabeza de las habilidades más necesarias en las organizaciones, como se puede observar en la tabla de abajo, extraída del informe.

Otro informe reciente, el Work Change Report de LinkedIn, también en su edición de 2025, apunta a conclusiones similares: la Inteligencia Artificial será el catalizador de cambios profundos en las habilidades necesarias en la empresa, de aquí a 2030, pero las habilidades humanas siguen siendo imprescindibles y están también en claro auge. Por ejemplo, la habilidad más demandada en 2024 en las ofertas de trabajo de LinkedIn fue Comunicación. La plataforma ha constatado que las habilidades humanas en general han crecido un 10% en importancia desde 2018, con un número creciente de ejecutivos que las incorporan a sus perfiles.

Estos informes nos recuerdan que, como profesionales de Recursos Humanos, tenemos que equilibrar nuestros planes de formación, incorporando, sin duda, las habilidades tecnológicas, pero sin olvidar, al mismo tiempo, que las habilidades básicas humanas son y seguirán siendo imprescindibles.

Cómo Recursos Humanos cambia el mundo

Nunca me lo había planteado desde esa perspectiva, pero sí, Recursos Humanos, a través de sus políticas y programas, a través de las culturas organizativas que contribuye a crear o transformar, puede cambiar el mundo.

La dirección de ese cambio no es unívoca. Hemos vivido años de auge de propuestas humanas, pro-sociales, al mismo tiempo que pro-negocios, y ahora vivimos tiempos de cuestionamiento o abierto retroceso. Aspectos que creíamos eran aceptados como propuestas ganar-ganar, beneficiosas para las personas y para la cuenta de resultados, como los modelos híbridos de trabajo, las políticas de conciliación, los programas de escucha de los empleados, o las prácticas de diversidad e inclusión, son ahora vistos como sospechosos, woke o simplemente demasiado progresistas.

Algunos líderes políticos marcan el nuevo camino y muchos líderes empresariales corren a alinearse con los nuevos tiempos. Es parte del nuevo orden mundial y empresarial que ha quedado de manifiesto en la última cumbre de Davos a la que he asistido, ahora que trabajo para el World Economic Forum.

En este contexto tan extraño y preocupante, es más importante que nunca volver a los básicos del liderazgo y las relaciones humanas. ¿Queremos construir liderazgos centrados en sí mismos y que destruyan la convivencia o liderazgos al servicio de los demás? Recursos Humanos puede y debe jugar un papel en el tipo de liderazgos que son identificados y promovidos en las empresas.

Dejo un vídeo de poco más de 2 minutos sobre el tema (en inglés). Forma parte de una intervención más larga en un podcast que lleva cómo título, precisamente «Cómo RRHH cambia el mundo» y que me parece un enfoque de revitalización de la función y de vuelta a valores humanos esenciales más necesario que nunca.

Hablando de carrera profesional y liderazgo

A finales del año pasado, participé en un podcast de Franklin Covey, cuyo episodio, en inglés, comparto abajo.

Curiosamente, la lectura de Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva de Stephen Covey fue una de mis primeras e importantes influencias en el entendimiento del liderazgo y cómo desarrollarlo.

En su primera mitad, la conversación del podcast giró en torno a mi propia carrera profesional, navegando empresas de distintos sectores y países, y en torno a las virtudes y complejidades de vivir y trabajar en distintas culturas.

La segunda mitad estuvo centrada en algunos de los cambios que estoy impulsado como Director Global de Recursos Humanos del Foro Económico Mundial y, en particular en la introducción de un nuevo modelo de liderazgo, que hace explícito las expectativas que tenemos de nuestros gestores y líderes de personas para que presten atención no sólo a los resultados sino también a cómo los obtienen.

Hemos situado en el centro del modelo de liderazgo la autoconciencia (self-awareness) porque el liderazgo es una función social, que se hace en servicio de otros y porque requiere que la persona conozca sus fortalezas y debilidades y el impacto que estas tienen en los demás. Con la actual proliferación de narcisistas en puestos de poder, resulta imperativo volver a las esencias del liderazgo al servicio del bien común.


Through his roles across diverse industries and geographies, Uxio Malvido has gained deep insights into the universal human needs that transcend cultures – the importance of empathy, relationships, feeling part of something meaningful, and purpose in work. The Chief Human Resources Officer for the World Economic Forum discusses the critical link between leadership and culture, and the efforts he is leading to develop self-aware, collaborative leaders who can inspire teams and drive collective success.

Sostenibilidad: la Paradoja de Stockdale

Desde Noviembre de 2022 trabajo en Ginebra en el World Economic Forum, una organización que tiene como misión «Improving the State of the World».

En el marco del evento sobre Sostenibilidad que organiza Forética cada año en Madrid, realicé una intervención de 10 minutos en el que compartí las siguientes ideas:

  1. Todas las personas que nos dedicamos a la sostenibilidad estamos sujetos a la Paradoja de Stockdale: tenemos que asumir la brutalidad y crudeza de la realidad actual sin perder la fortaleza y convicción en nuestra capacidad para mejorar y superar la situación.

  2. El mundo del trabajo que ha emergido tras la pandemia se caracteriza por 5 tendencias, entre las que se encuentra una mayor desigualdad salarial o un retroceso en los avances en diversidad e inclusión. Como respuesta, el Foro ha lanzado la iniciativa Good Work Alliance.
  3. El desafío medioambiental que representa el cambio climático no deja de aumentar. Los científicos del clima han identificado numerosos puntos de inflexión que podrían afectar a todo el planeta si superamos ciertos umbrales de calentamiento. Muchos de ellos están en las zonas polares y muy probablemente generarán la subida del nivel del mar.

  4. Tenemos que empezar a hablar de Políticas de Adaptación al cambio climático, además de continuar con los actuales esfuerzos por descarbonizar la economía y reducir las emisiones. Por ejemplo, la subida del nivel del mar incrementará las tensiones migratorias, pero estas podrían ser mejor canalizadas si las vinculamos al envejecimiento de la población en las economías más avanzadas y la necesidad de trabajadores cualificados. Eso requiere un programa masivo de reeducación y formación: The Reeskilling Revolution.

  5. Más allá de la Inteligencia Artificial, hay numerosos avances tecnológicos que podríamos aprovechar para mejorar el mundo, tanto en el eje social como el medioambiental. Un ejemplo es el uso del metaverso en problemas de salud mental. Otros ejemplos los podemos encontrar en el informe Top 10 Emerging Technologies of 2023.

  6. Hoy más que nunca es necesario incrementar y acelerar la cooperación público-privada internacional entre gobiernos, empresas y agentes de la sociedad civil. Sólo así podremos superar los enormes desafíos colectivos actuales.

     


     

Liderazgo Responsable

Los liderazgos político y empresarial están en trayectorias divergentes. El liderazgo responsable en la empresa ha asumido la importancia del bien común.

Resumen de la sesión de apertura del Programa de Liderazgo Responsable, organizado por Talengo para el Banco Santander.  Realizada en Zoom en Mayo de 2020 (Vídeo de 22′ abajo). 

De aquí a 2030, la importancia de las habilidades sociales y emocionales vinculadas al liderazgo y a la gestión de equipos va a crecer en un 25%. Es una predicción de 2018 del estudio Skills Shift de McKinsey y supone buenas noticias para quienes deciden invertir tiempo y esfuerzo en programas de formación sobre liderazgo. No sólo mejoran su presente, y el de sus equipos y organizaciones, sino que también aumentan las posibilidades de seguir siendo relevantes en el mercado laboral del futuro.

Liderazgo Responsable en la empresa

El liderazgo es un concepto muy manoseado, al que le añadimos atributos sin cesar: liderazgo inclusivo, flexible, visionario, introvertido, transformador, en red… Es fácil, perderse con tanta terminología, y tantas competencias y exigencias.

El término de Liderazgo Responsable empezó a emerger en la década pasada, después de la crisis financiera posterior a 2008. Se empezaron a ver entonces las limitaciones de una mentalidad de negocios estrecha, cortoplacista y obsesionada en exclusiva con el valor para el accionista. En ese momento empezaron a converger varias corrientes que habían estado separadas: la de la ética en los negocios, enfocada al comportamiento individual de los directivos, y la de la responsabilidad social corporativa, enfocada a la acción de la empresa en la sociedad.

La gestión de aquella crisis dejó una importante desigualdad económica, y la constatación de que ese problema, junto a otros como la persistente brecha de género o  el cambio climático, requieren de las empresas como actores clave en la sociedad. Ese rol más amplio se concretó en la idea de prestar atención a una triple cuenta de resultados (Profit – People – Planet). Es decir, medir impacto ambiental y social, además de beneficios económicos.

El liderazgo responsable en las empresas asume la complejidad y multiplicidad de los grupos de interés a los que hay que atender. A los clásicos y muy importantes inversores y accionistas, hay que añadir empleados, comunidades locales, autoridades políticas, sindicatos, activistas, etc.  La toma de decisiones empresarial debe tener en cuenta a todos esos actores y sus intereses.

La consagración definitiva del nuevo concepto de liderazgo responsable tuvo lugar en la reunión anual del World Economic Forum de Davos en 2017, al ser elegido como tema central de la conferencia.

Una reciente entrevista de Ana Botín en El País deja un buen ejemplo de cómo ven las empresas su papel bajo esta noción de liderazgo responsable.

«Tenemos que llegar a un nuevo contrato social, que implique a todos y que nos permita crecer de manera inclusiva y sostenible» 
«(…) esta es nuestra misión, ayudar a las personas y a las empresas a progresar».  
«En esta crisis (…) somos parte de la solución. Tendemos que atender de manera equitativa a empleados y clientes y apoyar a la sociedad. (…). Y así ofreceremos un retorno atractivo a nuestros accionistas. Esto es ser un banco o una empresa responsable.» 

La última cita, que conecta responsabilidad y rentabilidad, ha sido corroborada por un reciente estudio de Accenture, de enero de 2020, que apunta a que el liderazgo responsable genera más rentabilidad para las empresas. Concretamente, analizaron 2500 empresas cotizadas entre 2015 y 2018 y comprobaron que las que combinaban sostenibilidad e innovación obtenían un 3% más de beneficio operativo.

Es muy paradójico que hoy sean los líderes empresariales quienes más invocan los beneficios de la «responsabilidad» y el bien común, mientras el liderazgo político global se desliza por una preocupante pendiente populista y tóxica, buscando dividir a la sociedad e identificar culpables en lugar de asumir responsabilidades. Los estilos de liderazgos político y empresarial se encuentran, hoy en día, en trayectorias divergentes.

La Trampa de la Autenticidad

El otro gran desarrollo histórico reciente del liderazgo ha sido la emergencia de la autenticidad. El desarrollo de líderes auténticos ha venido en paralelo al de los líderes responsables y ha supuesto una bocanada de aire fresco. Ha ensanchado los tipos posibles de perfiles de liderazgo empresarial y desterrado un modelo clónico, en la forma de vestir, en la forma de expresarse, y en el estilo dominante-agresivo tan característico de muchos hombres (y algunas mujeres).

La idea de ser auténticos/as, se asocia con dos variantes. En la primera acepción, se supone que tenemos que ser capaces de decir lo que pensamos, de manera desacomplejada, sin filtros, sin ser políticamente correctos.  Sin embargo, en la empresa, y en la vida, decir todo lo que se piensa es una recomendación problemática, que peca de narcisista. Ninguno somos tan centrales en el universo como para que la Humanidad se beneficie de saber todo lo que pensamos o sentimos en cada momento.

En la empresa, no saber dicer las cosas de la manera adecuada, y/o en el momento adecuado, es uno de los grandes «descarriladores» de personas con potencial. En la empresa hay que tener una voz propia y no tener miedo a llevar la contraria, pero hay que hacerlo desde una posición constructiva, y articulada, basada en un buen análisis de los hechos y las asunciones. Eso no tiene nada que ver con soltar lo primero que se nos viene a la cabeza o ser hirientes en nuestros comentarios.

Una segunda variante de la autenticidad se asocia con la idea de ser uno mismo y, viene acompañada por una gran paradoja, la Authenticity Paradox, identificada por Herminia Ibarra. Esta profesora de INSEAD sostiene que lo esencial en el desarrollo del liderazgo es superar transiciones, y enfrentarse a etapas con nuevos retos. A menudo sucede que alguno de los atributos que lleva a tener éxito en una etapa no ayuda para la siguiente. Por ejemplo, es común que cuando alguien tiene posiciones de menor responsabilidad en la empresa mire con desdén la «política en la empresa» y que lo asocie a un juego de intereses despiadados nada atractivo. Sin embargo, las habilidades políticas son una extensión de las habilidades de influencia, de la capacidad de tejer puentes y alianzas, de encontrar compromisos, y desde esa perspectiva son imprescindibles para seguir creciendo en la organización.

El desarrollo del liderazgo requiere ensanchar constantemente las capacidades y no refugiarse en aquellos elementos que nos dieron éxito en el pasado.  Tendemos a ver nuestra identidad (=nuestra autenticidad) como construida desde experiencias pasadas pero la clave es incorporar también nuestros retos actuales y nuestras aspiraciones de futuro. Para crecer profesionalmente hay que dotarse de mayor flexibilidad y eso es incompatible con anclarse en una versión congelada de nuestra propia historia.

La incompetencia de los otros

Superada la trampa de la autenticidad, el desarrollo del liderazgo requiere también de una nueva mirada sobre los demás. Es frecuente que tengamos la impresión, y a veces la certeza, de que estamos rodeados de incompetencia, gente que no sabe hacer su trabajo y cuyos resultados son mediocres.  Es una percepción que nos conviene aprender a manejar.

Nuestros juicios sobre los demás tienden a ser rápidos. Damos mucha importancia a lo que percibimos como sus actitudes y personalidad, y pasamos mucho más por alto el contexto en el que actúan. No somos conscientes de la importancia de los factores situacionales en la conducta de los demás y sin embargo somos plenamente conscientes cuando se trata de explicar nuestra propia conducta. Es lo que se conoce como el Error Fundamental de Atribución: si alguien se equivoca es un inútil, en cambio, si nosotros nos equivocamos, somos capaces de encontrar poderosas razones para explicarlo.

El gran peligro de este sesgo psicológico universal es que dificulta la empatía y la tolerancia. Es más fácil conectar con los demás cuando vemos sus errores como causados por la situación y no atribuidos a causas internas. Las atribuciones situaciones son más benignas, facilitan la conversación porque no ponen en juego la identidad de las personas. Nos ayudan a desculpabilizar. Tal vez, la próxima vez que tengamos ganas de gritar que el otro es un inútil,  tendremos que intentar ver las cosas desde su punto de vista, desde su contexto, y no desde su personalidad.

Necesitamos liderazgos más sistémicos, que identifiquen la complejidad de variables en juego en cada momento, y menos psicológicos, demasiado centrados en adivinar las motivaciones de los demás. Sólo así podremos construir las redes y amplios acuerdos que son consustanciales al liderazgo responsable y que necesitamos más que nunca, en la empresa y en la sociedad.