Vidas de 100 años y con múltiples etapas profesionales

Vamos a vivir más, bastante más. La esperanza de vida no ha parado de crecer en todo el mundo en los últimos 150 años y el proceso se está acelerando. Tan sólo desde al año 2000 hemos ganado 5 años más. Las personas centenarias dejarán poco a poco de ser noticia para ser multitud.

Muchos de nosotr@s y sin duda, la mayor parte de los veinteañeros de hoy, superarán los 100 años, y este proceso va a transformar nuestras vidas y sociedades tanto como la tecnología o la globalización. Sí, vamos a tener más tiempo, para lo bueno y para lo malo. Vamos a poder hacer más cosas y acumular más experiencias pero tenemos que empezar a gestionar ya esta creciente longevidad o podemos vernos abocados a un largo horizonte de problemas de salud, dificultades financieras y soledad.

Salud, Dinero y Amor

Vivir más años pero con enfermedades no es un horizonte muy apetecible para nadie. Sin embargo la esperanza de vida saludable en los países occidentales está decreciendo y se sitúa actualmente en torno a los 60 años. Cuidar lo que comemos y  hacer ejercicio va a ser importante no sólo para mantenernos bellos sino, sobre todo, para mantener el cuerpo y la cabeza operativos durante más décadas.

El otro gran reto que supone el aumento de nuestra esperanza de vida es la gestión de nuestras inversiones y ahorros porque no hay estado de bienestar que resista el cambio demográfico que se nos viene encima.  Nos conviene formarnos en planificación personal financiera, a la espera de que gobiernos y partidos políticos decidan encarar el impacto del envejecimiento demográfico en la sostenibilidad de las pensiones, como sugiere el informe del World Economic Forum.

En el ámbito emocional también vamos a experimentar cambios notables al vivir más. Aunque nuestras relaciones son ahora más líquidas y tendemos a desechar amigos y amantes a golpe de click, será importante cuidar aquellas pocas amistades y amores profundos, que sobrevivan a distintas etapas vitales y con las que compartimos intereses de fondo. Estas relaciones se volverán troncales y servirán para definir lo que somos y crear una narrativa coherente de nuestras vidas, a pesar de los muchos cambios vitales y profesionales que nos aguardan.

Vidas con múltiples etapas profesionales

En The 100-Year Life, dos profesores de la London Business School, una psicóloga y un economista, Linda Gratton y Andrew Scott, sostienen que estamos pasando de un modelo vital en 3 etapas muy marcadas (educación, trabajo y jubilación) a vidas con múltiples etapas, en las que tendremos que re-formarnos con frecuencia y alternaremos trabajos de múltiples tipos e intensidades.

En realidad,  a nuestro alrededor, vemos ya como las carreras profesionales se fragmentan cada vez más y se componen de etapas dispares. Se alterna el trabajo por cuenta ajena, con proyectos emprendedores, con impartir clases o con trabajo como voluntarios. Este proceso se va a acelerar y generalizar aún más. Nuestras vidas profesionales van a combinar etapas de horarios super intensos en grandes empresas, con etapas a tiempo parcial, y con trabajo como autónomos.  Vamos a tener que trabajar más y mantener esa larga vida profesional va a requerir actualizar conocimientos cada cierto tiempo. Parte de nuestro tiempo de ocio tendremos que invertirlo y no sólo consumirlo, y reciclarnos profesionalmente, ya sea con re-educación formal o aprovechando la alta calidad de los MOOC que han sacado las mejores universidades del mundo.

La implicación más clara de toda esta fragmentación profesional es que tendremos que gestionar muchas más etapas de transición, entre trabajos y entre periodos formativos. Pasaremos de los profesionales en T (en parte generalistas, y en parte especialistas), a   profesionales en V,  que tendrán que saber lo suficiente de varios temas distintos como para navegar entre distintos trabajos y modelos de relación laboral.

Implicaciones para la agenda de Recursos Humanos 

El aumento de la esperanza de vida en nuestras sociedades, y la creciente multiplicidad de etapas profesionales, tiene implicaciones para las empresas que van más allá de apostar por los «seniors» como segmento de mercado.  Estas son algunas potenciales acciones para las áreas de Recursos Humanos: 

  • Adaptar los programas de atracción de talento y selección para reclutar horquillas de edad más amplias y perfiles más variopintos. Tener huecos en el CV, ya sea por explorar otros caminos vitales, por formarse o por tener otras prioridades personales, pasará a ser más habitual (y hasta deseable). Tal vez tengamos que ampliar los programas de «nuevos graduados» a la mediana edad porque habrá profesionales que se formen en nuevas disciplinas a los 30 o 40, como resultado de cambios en su trayectoria laboral.
  • Ofrecer sabáticos, programas off-ramp y on ramp, y demás alternativas de flexibilidad laboral, para poder captar y retener al mejor talento disponible, tanto femenino como masculino.
  • Incorporar al paquete básico de beneficios planes de pensiones privados, con aportaciones compartidas entre empleado-empresa.

Tener vidas más largas va a comportar un impacto significativo en las agendas de los gobiernos, las empresas y nosotros mismos como individuos como resume este vídeo de 2 minutos. De cómo gestionemos este proceso, individual y colectivamente, dependerá que seamos centenarios felices o que nuestra realidad se acabe pareciendo a uno de esos futuros distópicos de desigualdades, enfermedades y miserias.

¿Éxodo laboral? Movilidad e interculturalidad en Europa

Llevamos varias semanas de goteo incesante de datos sobre la salida de profesionales españoles hacia otros países. Cada nuevo artículo parece añadir más dramatismo que el anterior: Emigrantes otra vez, titula El País un reportaje en el que habla de «nuevos exiliados». Por su parte, El Mundo escoge 445 mil extranjeros y 63 mil españoles «huyeron» de España durante 2011 para ilustrar un supuesto «éxodo masivo por la crisis».

Los datos del éxodo laboral

Tras los titulares, la realidad de las cifras muestra un panorama bastante menos tremendista.  Las 63 mil personas que «huyeron» en 2011 apenas suponen algo más del 1% de la cifra de parados, y eso asumiendo que todos los que se han ido lo han hecho por razones económicas, que ya es mucho asumir. Conviene señalar que en el mismo año llegaron 42 mil españoles de vuelta, y no creo que buscar un trabajo haya sido su principal motivo.

Los medios parecen empeñados en anunciar el fin del mundo en 2012 por  despoblamiento masivo. Por ejemplo, «crece en un 50% el número de españoles en Alemania» o «el número de españoles que emigran a Alemania se dispara por la crisis«, titulares para anunciar que 2.400 personas se han trasladado a ese país en el primer semestre de 2011, de nuevo apenas un 0,05% del número de parados en España. O los españoles miran hacia el Oeste para descubrir que apenas son unos 8.000 los que se trasladaron a EEUU tras la crisis, es decir, en un periodo de 3 años, lo que arroja un saldo anual similar al mencionado para Alemania.

No pretendo con esto minimizar el fenómeno, pero sí ponerlo en perspectiva. Que las salidas van en aumento es un hecho, pero creo que la auténtica noticia alarmante sería que nadie se moviera. El titular tendría que ser entonces «pese a la crisis, a los españoles no hay quien los saque de su casa».

Nuevas realidades laborales y vitales

Importantes cambios demográficos y sociales están ocurriendo en Europa. La movilidad de trabajadores va en aumento, y se acelerará en el futuro. La crisis económica puede acelerar el proceso pero no es el único factor. Por un lado, hay una voluntad política de favorecer el proceso: «la UE ultima la nueva regulación de profesiones para facilitar la movilidad«, mejorando, por ejemplo, el reconocimiento de estudios entre países. Pero por otro lado, y más importante, hay cambios generacionales y familiares en marcha que apuntan a una Europa mucho más mezclada, con fronteras entre países más diluidas desde el punto de vista vital de muchos de sus ciudadanos.

El último informe demográfico de la UE, de 2010, dibuja con claridad el tipo de tendencias demográficas generales que están configurando el futuro:

– Baja fertilidad: 1,6, por debajo de la fecundidad de reemplazo, estimada en 2,1 (número de hijos por cada mujer en edad fértil para mantener la población estable).

– Aumento de la esperanza de vida: las personas de más de 60 años aumentarán desde el 17,4% actual al 30% a mediados de siglo.

– Continuación de los movimientos migratorios, de los que una gran parte son movimientos intra-comunitarios.

El informe describe además la emergencia de unos nuevos Europeos sin Fronteras, «Borderless Europeans», ciudadanos 4 veces más propensos a la movilidad de corta duración en Europa.  En general se trata de jóvenes con buenos niveles de educación. Se dividen en 2 tipos, aquellos que tienen al menos un padre o abuelo de otro país, y aquellos que simplemente eligen  la movilidad de corta duración por estilo de vida.  Los Europeos sin Fronteras se convertirán en un tercio de la población general de la UE en las próximas décadas. De hecho, representan ya más de un tercio de los jovenes actuales entre 24 y 35 años, y obviamente no todos son desempleados. Hay estudiantes, gerentes, amos y amas de casa, emprendedor@s que han apostado por el autoempleo… Y por supuesto, no son solo españoles. Estamos ante un fenómeno generalizado en la Unión Europea, dónde cada vez más personas se muestran proclives a la movilidad por distintos motivos.

La interculturalidad como nueva realidad 

En la actualidad un 10% de los ciudadanos de la UE no viven en su país de origen (50 millones). Si en esas cifras incluimos inmigrantes no europeos, personas con familiares directos de otros países y personas que han tenido experiencias de movilidad corta, la cifra total es de 150 millones de personas, un 30% del total, con vidas a caballo de varias realidades nacionales.  Estos números seguirán aumentando en el futuro.

Estamos por tanto ante la emergencia de una nueva Europa, más móvil, más intercultural, más conectada, poblada por personas que tienen conexiones significativas con más de un país, y con identidades nacionales más plurales. Estos ciudadanos se están haciendo conscientes de las oportunidades laborales y vitales a nivel de la UE y están mucho más dispuestos a aprovecharlas.

Los movimientos de población actuales son más complejos de lo que describen los titulares de prensa. Somos todos cada vez más interculturales. Gobiernos y empresas deberían tomar buena nota para que la realidad social no les desborde. Aquello de «partir es morir un poco» se ha quedado desfasado para dar cuenta de la situación actual. Sin duda, entre las personas que cambian de país hay situaciones personales duras, pero sospecho que son bastante peores las de aquellos que, sin perspectiva laboral, no tienen movilidad o idiomas. Eso si es un drama, y de los gordos.

PD: Mañana empiezo en Londres mi nueva etapa profesional y vital. Me voy encantado, y no pienso quedarme para siempre…

La decadencia de la diversidad generacional

La diversidad generacional ha dejado de ser «trending topic». Los «mercados» van camino de arrasar con las diferencias generacionales para convertirnos a todos en becarios o en trabajadores no remunerados.

Fin de la Generación Y y agonía de la Generación X

De moda hasta hace poco por sus capacidades tecnológicas y su carácter no jerárquico, la Generación Y no levanta cabeza. La crisis ha diezmado sus perspectivas laborales y la investigación está derribando algunos mitos sobre su uso de la tecnológica y su estilo de trabajo. Fuera de Estados Unidos los académicos ya se atreven a decir que la Generación Y no existe. Eso afirmaba un profesor universitario en un reciente encuentro del Observatorio de Redes Sociales de Empresa en Francia. Los académicos no consiguen aislar nada que diferencie significativamente a la Generación Y. Quizás haya sido todo una burbuja con pocas evidencias detrás y demasiada información anecdótica aunque sonara coherente (ver por ejemplo, What Gen Yers don’t know about themselves).

Por su parte la Generación X, que comprende aquellos con algo más de 30 años y algo menos de 50 años, siempre ha estado más desvaída en términos de definición. En cualquier caso, esta generación vive su desastre particular, como muestra esta infografía, por la situación económica. Se encuentra en un generation trap para hacer frente a la crisis, al tener todas las cargas, y no tener ni la movilidad de los más jóvenes, ni la seguridad financiera de los más mayores.

Generaciones en declive y envejecimiento emergente

Claramente las grandes etiquetas generacionales siempre han tenido díficil traslación fuera de Estados Unidos. En Generations around the globe Tammy Erickson deja claro las dificultades de las etiquetas globales dado que los contextos históricos y los valores culturales de cada país ejercen una influencia determinante.

Por otro lado, como apunta un estudio de la Universidad de Illinois la realidad dentro de las empresas es mucho más pluri-generacional. Las grandes categorías como Baby Boomers, Generación X o Y serían así de poca utilidad ya que algunos subgrupos de empleados pueden presentar experiencias vitales compartidas más relevantes (por ejemplo haber empezado a trabajar en la misma empresa).

La decadencia a nivel empresarial de las generaciones va en paralelo a la consolidación de los datos sobre el envejecimiento global de la población. El documental «Envejecemos más y seremos menos» de Punset resume bien la situación y sus consecuencias. Entre los elementos para la reflexión está que los países emergentes están también envejeciendo y de forma más acelerada. Según datos de la OCDE los países desarrollados han tardado 50 años en duplicar su tasa de población con más de 65 años, y los emergentes lo eran en tan sólo 25 años. A nivel social tendremos que asumir que necesitaremos inmigrantes y a nivel empresarial será necesario gestionar los «activos de gran experiencia» (empleados con más de 25 años de vida laboral). La página Ageing Employees de CSR Europe contiene algunos ejemplos de lo que están haciendo ya algunas empresas en este campo.

Diferencias de edad frente a diferencias culturales

El Sloan Center on Aging & Work lleva algún tiempo analizando la influencia de la edad en la empresa a través del Quality of Employment model que agrupa en ocho grandes dimensiones las percepciones de los empleados (compensación y beneficios, oportunidades de formación y desarrollo, flexibilidad, cultura de inclusión…). Los datos correspondientes a España para distintas franjas de edad se pueden consultar en Spain Mind the Gap: Employee Perspectives. Recientemente, el estudio Generations of Talent ha utilizado el mismo modelo de 8 dimensiones, para analizar la influencia de la edad cronológica, la etapa vital (con o sin dependientes, niños o ancianos)  y la fase de carrera (inicio, ascendente…) en las percepciones que los empleados tienen de la empresa. He coordinado la participación en este estudio de mi empresa en 4 países: China, Japón, Brasil y España. La conclusión fundamental ha sido que no hay diferencias significativas en las percepciones de los empleados en función de la edad, y sólo ligeras diferencias por etapa vital o de carrera. En cambio sí se han puesto de manifiesto diferencias importantes entre países. Todo apunta a que deberíamos preocuparnos menos por la diversidad generacional y algo más por la diversidad intercultural.

Voluntariado corporativo, arte y Alzheimer

A través de Twitter he compartido en los últimos meses algunos momentos de mi participación como voluntario en una serie de visitas al Louvre con pacientes de Alzheimer. Me sorprendió descubrir entonces numerosos contactos y amigos que tenían experiencia directa con la enfermedad por alguno de sus familiares. No es mi caso, afortunadamente, pero confieso que es uno de mis peores temores.

No es para menos. El Alzheimer afecta en España a entre 600 mil y 800 mil personas, y las cifras van a aumentar de forma dramática en los próximos años. El World Alzheimer Report 2010 de la Alzheimer’s Association contiene proyecciones escalofriantes a 20 años de los costes e incidencia de la enfermedad debido al envejecimiento de la población. El impacto en nuestras sociedades será tremendo porque los familiares son los principales cuidadores (el 80% de los pacientes está en sus casas). Ya podemos empezar a incorporar a nuestros programas de empresa el apoyo a los cuidadores  porque el super-reto para la conciliación en pocos años sera el envejecimiento de la población

El proyecto en el que he participado como voluntario se realiza en colaboración con ARTZ, Artists for Alzheimer, una organización que utiliza experiencias artísticas como forma de estimular la vida social y cognitiva de los pacientes. Una primera fase consiste en formarse brevemente sobre la enfermedad, a través de sesiones teóricas y una visita a un centro de día, para convivir con los pacientes durante sus actividades ocupacionales.  Tras la fase de formación se organizan visitas guiada al Louvre, con una frecuencia de 15 días. Cada voluntario acompaña siempre al mismo paciente, al que recoge y acompaña de vuelta a su casa. Las visitas al museo son breves, de una hora y media, y se comentan en grupo unas 4-5 obras inscritas en un determinado Recorrido (Pintura Francesa, Holandesa…). Sentados alrededor del cuadro los pacientes comparten impresiones, valoraciones y recuerdos. Con frecuencia se fijen en detalles muy precisos que suelen pasar desapercibidos al resto de personas.

El potencial de las terapias artísticas con este tipo de pacientes tiene mucho recorrido por delante. El MoMA de Nueva York ha creado un programa para pacientes con Alzheimer realmente impresionante que se inscribe en su programa general de accesibilidad. Muchos de los recursos están en español, como una guía general sobre los fundamentos para conectar a los pacientes con el arte o una guía para implantar programas similares en otros centros, con pautas muy precisas.

El proyecto en Francia nació a partir de la experiencia americana y mi empresa lo ha escogido como forma de implantar localmente la política de Voluntariado Corporativo, puesta en marcha hace un par de años. Muchas otras empresas parecen haber descubierto el potencial beneficioso de promover que sus empleados realicen tareas de voluntariado como parte de sus estrategias de Responsabilidad Social Empresarial. Al menos eso se desprende de los datos del  Observatorio de Voluntariado Corporativo y su Informe 2010 que resume la situación en España. Son muy numerosas las compañías de todos los tamaños y sectores que están desarrollando estas iniciativas o que planean hacerlo a medio plazo. En algunos casos, facilitan también la participación en proyectos de desarrollo en otros países a través de  voluntariado internacional.

Una de las dificultades de las políticas de voluntariado corporativo, que se menciona en el Informe del Observatorio antes citado, es la compaginación de horarios y la involucración de los empleados. En estos tiempos de trabajos extremos, incluso permitiendo el uso de tiempo laboral para estas actividades, se hace difícil encajar nuevas actividades en nuestras vidas. A mi también me ha costado compaginar las horas tan pautadas de las visitas al Louvre con mi ritmo de viajes y reuniones pero en cualquier caso, ha sido una experiencia humana muy enriquecedora. Me maravillan los abuelos en general como puertas directas a mundos que ya no existen. Por ejemplo, la abuela a la que yo acompañaba vivió la ocupación alemana de París y su marido había sido parte de la Resistencia. Mi interacción con ella, a pesar de mis limitaciones con el francés, me ha demostrado que la conexión emocional es posible con los pacientes de Alzheimer y que la clave de la comunicación es centrarte en el presente y en el entorno inmediato, evitando así esas situaciones que también ejemplifica el vídeo Regala Memoria .

Diversidad generacional: empleados después de los 50

Hasta hace poco hablar de diversidad generacional era casi sinónimo de hablar de generaciones X e Y, las franjas más jóvenes. Se buscaba analizar sus valores y motivaciones, y, en general, determinar cómo mejor atraerles y retenerles en el trabajo. Eso sigue siendo importante, pero cada vez se hace más evidente la necesidad de dirigir también la atención hacia los colectivos de empleados de más edad, y particularmente los mayores de 50. 

Empieza a ser alarmante la percepción generalizada de discriminación por edad entre la mayoría de la población. Nada menos que el 58% de los europeos consideran que la discriminación por edad está bastante o muy extendida, según el último Eurobarómetro «Discrimination in the UE in 2009» publicado en noviembre del año pasado. El dato ha crecido 16 puntos en un sólo año, situando este tipo de discriminación cómo prácticamente la más importante (el primer puesto formal lo tiene la discriminación étnica que el 61% de los encuestados considera bastante o muy extendida). Pero es que además la edad se ha situado en el motivo más mencionado para sentirse personalmente discriminado: no sólo percibimos que flota en el ambiente sino que también la sentimos nosotros mismos. La crisis económica parece ser el factor determinante en estas percepciones con un 48% de los europeos que ve la edad como la desventaja más clara para encontrar un empleo. 

El artículo La Discriminación por Edad del profesor Juan Antonio Herrero Brasas en la Revista Claves de Razón Práctica ofrece una detallada explicación a nuestros temores, aportando un análisis de la edad como constructo cultural en nuestras sociedades, nuestra obsesión con las fechas de nacimiento y la vinculación entre la edad y la apariencia física. El artículo ofrece también un interesante análisis de las repercusiones económicas de los procesos de jubilación obligatoria y el anacronismo o falsedad de muchos de los argumentos que los sustentan. Es un buen contrapunto intelectual a todo el dramón que nos montamos colectivamente en cuanto alguien cuestiona la sostenibilidad de la jubilación obligatoria a los 65.

El verdadero drama social y un absoluto sin sentido es que tantísima gente se sienta en riesgo de exclusión laboral y social por su edad. En realidad lo lógico sería pensar lo contrario, porque el mundo entero envejece, tanto en países desarrollados como emergentes, a un ritmo sin precedentes. Ya no queda ni siquiera como consuelo pensar en los procesos inmigratorios para paliar la falta de trabajadores jóvenes en los mercados de trabajo en el futuro. De hecho  el proceso de envejecimiento es mucho más rápido en los países emergentes  y en tan sólo 10 años habrá por primera vez en todo el mundo más mayores de 65 años que menores de 5.  La actual crisis económica puede acentuar este proceso al reducir la natalidad en muchos países y provocar una crisis de embarazos.

Tarde o temprano no nos quedará más remedio que repensar y rediseñar los trabajos para dar cabida e involucrar a los empleados de más edad, esos mismos que ahora nos esforzamos en prejubilar y que «aparcamos» en términos de oportunidades profesionales. El informe Trabajar más allá de los 50, elaborado por CEOMA, constata las actuales percepciones negativas respecto a los trabajadores de más edad y en sus conclusiones apunta a tres recomendaciones: adaptación de jornadas-horarios (flexibilidad, una vez más), movilidad funcional (es decir, planes de carrera laterales) y planes de formación. La idea básica sería, por tanto, gestionar el proceso de maduración/envejecimiento desde el punto de vista de la carrera profesional, ajustando horarios, funciones y capacitación. Pero por ahora todos parecemos demasiado ocupados con gestionar el cortoplacismo del «talento» (=joven) y sobrevivir a las restructuraciones de plantilla.

Si no lo hacemos antes, cuando mejore la situación económica tendremos que comenzar a utilizar herramientas de gestión de la edad en las empresas, como el  «Age/Economic Pressure Map» que a través de unas pocas preguntas ayuda a posicionar la empresa en términos de riesgos a futuro y realizar una Planificación de Plantillas acorde. Con todo, creo que más allá de lo que haga o deje de hacer la empresa, o sus departamentos de Recursos Humanos, cada persona debería asumir la necesidad de seguir aprendiendo y reciclándose constantemente para evitar los estereotipos respecto a la resistencia al cambio o la obsolescencia que frecuentemente se asocian a los trabajadores de más edad. Esa actitud vital debería extenderse además más allá del trabajo porque cómo se analiza en «Engaged as We Age» nuestros puntos de vista sobre el envejecimiento deberían cambiar desde la actual mentalidad de «retirarse» a «involucrarse», ya sea en en actividades educativas, de voluntariado, de cuidado de otros o de trabajo remunerado. Esa es la manera de hacernos mayores de forma activa, sana y satisfactoria, tanto dentro como fuera de la empresa.